Rómulo
Gallegos
Revista La
Alborada 21/02/1909; Numero III
El cultivo de los hombres es el único método
viable de avigorar con energía de savias puras el organismo desmedrado de un
pueblo; enriqueciendo las unidades: ciudadanos, se enriquece la cifra total:
Estado, y de modo inmediato, relativamente, si se compara este con el otro,
lento proceso evolutivo que se cumple por la exclusiva virtud de la Ley.
Para nosotros esta obra adquiere tanta mayor
trascendencia y es de tal necesidad, cuanto que todos nuestros no son sino
síntomas de un vicio originario: el vicio Educación.
Nuestra
educación, herencia latina que conservamos como un timbre de raza, es la que
menos apta para exaltar, no diremos para crear, las virtudes que se requieren
en un pueblo para su engrandecimiento, y la más eficaz para destruir en el
nuestro los vicios atávicos: bastaría solo con decir que ella obra sobre la
individualidad como una presión aniquiladora, y con decirlo, ya se tendrá en
por sabido de antemano, que no producirá aquellos Estados, cuyos
engrandecimiento y progreso se miden por el número de individuos libres que
cuenten.
Obra suya es la falta de iniciativa personal
que nos caracteriza, causa a su vez, del estancamiento económico y moral de
Venezuela y a la cual hay que referir también la razón de nuestro personalismo
político.
En efecto, nuestra carencia de facultades
activas y espontaneas, la atrofia de nuestro carácter, a mas de cerrarnos todos
los caminos que llevan a la prosperidad, nos entrega indefensos a los desmanes
del primer capataz enseñoreado , que ya puede constituirse arbitro supremo de
nuestros destinos sin tenernos en cuenta para nada.
Y para nada habría de tenérsenos en cuenta, a
pesar de la mejor voluntad que pudiera tener un mandatario en hacer un buen
gobierno, si nos falta la virtud de emprender y realizar nada por nosotros
mismos, sin la tutela del poderoso que invocamos siempre que se trate de algo
que pida esfuerzos y perseverancia. En todas las esferas de nuestra actividad y
para que sea fecunda, ha de sentirse fatalmente la influencia del señor, y de
aquí a este, sea quien fuere, acostumbrado a prestar su protección, termine por
creerse- y seria justicia concedérselo- tan necesario para la vida de la
Nación, que bien puede, en cambio del apoyo que le sirve, beneficiarse con
todas la violencia posibles.
Y todo porque la educación que se nos da,
lejos de propender a cultivar en el individuo las virtudes de iniciativa e
independencia que les son necesarias para suplirse a sí mismo y hacer valer su
personalidad, trabaja por ahogarlas desde que empiezan a manifestarse en el
niño. El educador es el cómplice del tirano.
Y así, uno a uno, todos nuestros defectos
nacionales, son consecuencia de la misma causa.
Tratándose de nuestra solidaridad, la escuela
es el primer foco disociador; de nuestra disciplina, el primer factor de
desmoralización, de nuestro progreso de primera valla, el más poderoso de todos
los elementos de retroceso.
La educación que en ellas se nos sirve es
tal, que pareciera encaminada- por culpable malicia diríamos, si no supiéramos
que es por ignorancia- a cultivar en el individuo las funestas cualidades de la
herencia, en vez de extirparlas. Estando basada en un concepto moral, que a su
vez lo esta en la negación de todos los valores, sus consecuencias han de ser
lógicamente negativas.
Restablecer a su genuino carácter estos
valores despreciados, sería dar el primer paso en el sentido de las reformas
radicales que urge llevar a cabo en la organización de nuestras sociedades,
despertando con un impulso de Revolución que necesariamente ha de ser violento,
como que se trata de echar por tierra prejuicios hondamente arraigados, las
fuerzas latentes de la evolución que esperan desde largo tiempo en la inercia.
Corregir nuestro sistema de educación, sería
hacer la primera enmienda, la más trascendental sin duda, y la más fecunda en
resultados positivos, porque aunque la influencia de este factor social, no
baste a extirpar de una vez para siempre, muchas de la condiciones que tienen
su origen en las raíces mismas de la raza, haciendo desaparecer las herencias
perniciosas, si las atenúa en mucho y prepara su desaparición final.
Para lograr estas reformas, trataremos de
divulgar las ideas modernas más sensatas a este respecto, tomando para suplir
nuestro escaso acervo, cuanto tenga autoridad de criterio recto y
experimentado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario