jueves, 16 de marzo de 2017

Articulo de Valmore Rodriguez

Construyamos un país
Por: Valmore Rodríguez


Somos un pueblo presupuestivoro. ¿Y cómo no serlo si la única fuente económica saneada que poseemos es el presupuesto? El presupuesto determina entre nosotros las crisis y los auges políticos. El medio más rápido y honorable de enriquecerse no es fundando una industria, fomentando una actividad mercantil, una explotación minera, sino instalándose a la sombra del presupuesto, bajo el bananal burocrático, según el grafico decir popular.
El burócrata enriquecido ni siquiera se preocupa, luego de retirarse o ser retirado del cargo, por fomentar con su dinero una nueva fuente productiva. Se hace por lo general, rentista. Adquiere casas, se dedica al agio y a la hipoteca, y acumula dinero tranquilamente en el banco. Dedica sus hijos a la abogacía o los hace pegar, antes de terminar sus estudios, a la sabrosa ubre nutricia que el muy a su pesar abandonara. Educados en un ambiente regalón, entre mimos y según la pragmática de la chivatería, esos hijos suelen resultar unos botaratas y disipar en francachelas el patrimonio aun no heredado.
La política es el negocio más brillante de nuestros días. No es raro que un comerciante o industrial que se está desenvolviendo con éxito en su especialidad, lo abandone todo repentinamente para aceptar un cargo “Sacrificarse por la patria”. El sueldo es lo de menos. Ya se las ingeniara él para que el sueldo sea lo de menos.
Mientras tanto, nuestra economía se deforma y se subordina cada vez más a la solución contingente y aleatoria del petróleo. El petróleo infla el presupuesto, es lo que el cuerpo a la sombra. Vivimos recostados a una sombra.
Producir, crear riqueza autónoma, desatar la ambición cicatera del presupuesto, he ahí todo un programa, si es que alguna vez nos decidimos a crear un país, con amor, con dolor y con sacrificio. Producir como medio de adquirir ganancias y desarrollar el bienestar público. Crear riqueza autónoma, estable, permanente, nuestra y no ese calco de riqueza aérea fundada en el fausto, el derroche y la presunción, con raíz en el tembladal minero, transitorio y de extraña procedencia. Sembremos el petróleo. Hagamos del presupuesto un manantial de prosperidad colectiva, y no una cucaña para deleite de una minoría invertebrada.
Construyamos un país y no una patriecita lirica, montada al aire con juncos y flores sobre un pantano poblado de miasmas deletéreos. Eso seremos si continuamos desperdiciando la ocasión de hacernos fuertes, en el trabajo, la precisión y la libertad. Meditemos sobre las causas de nuestro atraso. Observemos con preocupación el índice de natalidad y mortalidad. No crecemos apreciablemente. Nuestro stock racial, degenera a ojos vista, por causa de las endemias y la desnutrición. El campo se despuebla devorado por el latifundio.
¿Qué es nuestra economía? Una ilusión. No es pesimismo. No es afán de recargar el cuadro con colores sombríos para asustar a los pusilánimes. Tenemos fe en el destino de Venezuela y confiamos en que el movimiento renovador que se inicia bajo el nuevo régimen culminara en una verdadera transformación de nuestro basamento económico. Pero para llegar a esto, se hace necesario exhibir al sol nuestras llagas, afirmar el pie en la dura y pelada realidad, no ocultar un solo escondrijo donde se refugian nuestras miserias.
Esta guerra es una lección y de las más provechosas, sucumben los pueblos pequeños; borranse y desaparecen las fronteras debilitadamente defendidas; la fuerza bestial y terrorista se desborda sobre las nacionalidades sin sentido de previsión. Surgen nuevos imperios con fiebre de conquista universal. Gozamos de independencia política, pero somos una colonia económica. Transformemos nuestra realidad, poniendo en tensión todas nuestras energías, con amor, con dolor y con sacrificios, para construir un país.
Diario Panorama (Maracaibo, 24 de junio de 1940). Pgnas. 1 y 4 Fdo. Juan Lucena. Columna; Escolios.
Extraído del libro: Escritos de época; Homenaje del Congreso a la memoria de Valmore Rodríguez; Caracas-Venezuela 1992.

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