Muchos
venezolanos no saben que a Juan Vicente Gómez el Papa Benedicto XV le
entrego la Orden Piana en 1916 y también intentaron o vieron la
posibilidad loca de postularlo para el premio Nobel de la Paz. Es que el
dictador Gómez impuso la paz a la fuerza; una paz sin derechos humanos,
sin formulas de juicio, una paz tuerta, coja y mocha como la Paz de
Pozo Salado del libro; Los Causahabientes de Rafael Caldera.
El lema de su gobierno era Unión, Paz y Trabajo, y la gente de la calle
decía; Unión en las cárceles, el régimen gomecista era implacable con
todos los opositores; Paz en los cementerios y Trabajo en las
carreteras, el terrible régimen penitenciario incluía el trabajo forzado.
A partir de la batalla de La Victoria en 1902 y Ciudad Bolívar en 1903
se acabaron hasta el sol de hoy las guerras fratricidas que asolaron a
la nación venezolana en el siglo IXX. Para lograr tal “hazaña” el
caudillo de La Mulera tuvo que echar mano a procedimientos criminales
para establecer la paz a la diabla.
Hoy día las taras
sociales de los venezolanos son otras, pero la guerra fratricida no está
entre sus predilecciones, esas son cosas del siglo 19 y principios del 20.
En particular no
creo que los historiadores justifiquen la brutalidad del régimen
gomecista, pero la historia mientras más pasa el tiempo más aclara las
cosas que en el pasado no se comprendían.
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