domingo, 24 de mayo de 2015
Chavologia [y II]
EP: Pero en el trienio adeco, Teodoro, es evidente que hubo un cambio en relación con el post-gomecismo. Los tres años que siguen al 18 de octubre del 45 terminan en la elección de Rómulo Gallegos, y representan un cambio de conducta de la dirigencia política. El país es otro cuando ocurre el derrocamiento de Gallegos. Cuando se habla de la «revolución pacífica y democrática», ¿puede decirse que ha habido una conductaque nos permita decir, como observadores o como testigos, que en verdad se han sentado unas bases mínimas para la supuesta revolución pacífica y democrática? La conducta del Presidente, la conducta de sus cúpulas ¿dejan ver que de verdad esto está orientado hacia una revolución y a una República nueva y distinta de la Cuarta República?
TP: En la esfera meramente política, no se puede negar que han sido desplazados los viejos partidos y que están reducidos a la nada —más que por la propia fuerza de Chávez, por su propia degeneración, porque se suicidaron. A lo largo de los últimos 20 años perdieron todo contacto con la realidad, se hicieron autistas y en cuanto apareció un agente catalítico que pudo precipitar lo que en la mente de los venezolanos estaba bullendo, ese «vengador» fue ungido por el pueblo como presidente. Pero, desgraciadamente para él, para Chávez, el movimiento sobre el cual se apoya, el movimiento político que lo acompaña, es un amasijo de viejos routiers, como se dice en francés, de la política venezolana. Veteranos, muchos de ellos «maleados» por la vieja politiquería. En el cambio político habido, los protagonistas se parecen demasiado, en su conducta, a los adecos y copeyanos desplazados del poder. Al «integrarse» al sistema tuvo que construir un partido. Y lo hizo con los restos de la izquierda «borbónica» y con miles de oportunistas adecos y copeyanos que hoy portan boina roja.
IM: A ver, ¿podrías elaborar eso un poco más?
TP: Algunos de ellos en lo personal son probablemente muy honestos, pero hechos a todas las trapisondas de la vida política última; todos o casi todos han sido parlamentarios, han participado del rejuego parlamentario y de las combinaciones, y de los acuerdos «cupulares podridos». ¡Todos! Y no estoy hablando solamente del MAS y del PPT, que han estado en el Parlamento y en los concejos municipales, y han tenido gobernadores, y han hecho lo que la política aquí ha vuelto rutinario, sino que incluyo en esta caracterización al propio MVR. El MVR, casi toda la parte civil del MVR, ya lo dije, es una aglomeración de viejos izquierdistas, náufragos de todos los partidos de izquierda y hechos a la cultura «preconciliar» de la izquierda, a la cultura marxista-leninista clásica, tradicional, que tiene una visión dictatorial y antidemocrática de la sociedad y del cambio social.
IM: ¿O del Canciller Rangel?
TP: Ese es un caso distinto, porque él no viene de esa izquierda. Me refiero a los que vienen de la izquierda «preconciliar», que en otras ocasiones he llamado «borbónica» porque como los Borbones, «ni olvida ni aprende». ¡Algunos de ellos llegaron a decir que con Chávez comenzaba la reconstrucción de la Unión Soviética, que era el primer paso hacia la reconstrucción de la Unión Soviética! Su visión, su cultura política, es la cultura de la dictadura del proletariado. Bueno, parte de todo eso está allí, en el MVR y en el Polo Patriótico.
De tal modo que esa es el ala, digamos, civil. Y el ala militar proviene de unas Fuerzas Armadas que han sido un foco de corrupción colosal en la vida venezolana. ¿Por qué Chávez se desesperó cuando le llevaron las noticias de que en las aduanas las cosas ahora estaban peores? Según dicen —me contaron la anécdota y la creo— Chávez exclamaba: «¡¿Cómo puede ser? Si ahí puse a los muchachos míos, a los que se alzaron conmigo?!». Bueno, resultó que los tipos los tres primeros meses limpiaron de corrupción las aduanas, pero tres meses después estaban ya, como dicen, metiendo mano. Se alzaron contra la corrupción, pero la cultura de esta los había envenenado.
El movimiento sobre el cual Chávez se apoya guarda relación con ese viejo país, es un movimiento que, cuando no está maleado, tiene concepciones de un anacronismo político verdaderamente pasmoso. Y donde hay también muchísimas malas mañas. Entonces, claro, de un lado se puede percibir que hay una «actuación revolucionaria»: el acto constituyente con el que se hacen designaciones —digamos— «a la revolucionaria», y con el que se busca para Fiscal, Contralor o Defensor del Pueblo entre «los nuestros» y se designa un Consejo Nacional Electoral de «los nuestros» y se designa una Corte Suprema de «los nuestros», porque esto es «la revolución», es «el cambio».
Pero cuando se examina detenidamente a muchos de «los nuestros», lo que se ve es un mero cambio de elenco, nada revolucionario, porque muchos de «los nuestros» son probablemente carne de presidio, por así decir, iguales a cualquiera de los corruptos de los que estuvo plagada la historia, la historia reciente de los famosos 40 años.
Ahí «la revolución», puesta en este plano de mero cambio de elenco, de simple cambio de protagonistas, empieza a mostrar las costuras. Se empieza a percibir gente para la cual la idea de un cambio revolucionario es lo menos importante, y lo más importante es el cobro de sus pequeños agravios, es la venganza, es el sectarismo en el comportamiento político. Esta es una limitación tremenda para el movimiento que el Comandante quisiera que fuera la locomotora de un proceso revolucionario «pacífico y democrático».
IM: También hay «novatos», vamos a decir, incontaminados con ese pasado, en ese movimiento, Teodoro. Y hay mucha gente que dice que tenemos que pagar el aprendizaje de esos novatos, que la sociedad tiene que pagar ese aprendizaje porque ellos acaban de llegar.
TP: No digo que todo el mundo sea así. Ahí hay una gente en la cual yo veo un fuego revolucionario, por así decir, enteramente sincero y honesto. A estos muchas veces procuré llamarles la atención, en mis editoriales en El Mundo, acerca del sectarismo y la intolerancia que mostraban, sobre todo algunos de los jóvenes militares que estaban en la Constituyente, pero a los cuales veía entonces referirse con mucha repugnancia a ese tipo de prácticas corruptas o «cogolléricas». «Esto no es para lo que nos alzamos». Desgraciadamente, muchos de los militares de la Fuerza Armada en la que Chávez quiere fundar uno de los puntos de apoyo principales de su régimen no resisten un detector de mentiras.
EP: ¿Esos revolucionarios del 4 de febrero son distintos de los revolucionarios de noviembre, que también están formando parte de esa revolución pacífica?
TP: Inicialmente lo fueron. Al golpe del 4F, vamos a identificarlo como ubicado hacia la izquierda. El del 27N fue de derecha.
Mi opinión es que el golpe del 27 de noviembre fue movido por las mismas razones, esto es, contra Pérez, y con el mismo tipo de planteamiento ético-moral que es propio del 4F, pero políticamente era de derecha. Tengo cierta impresión, no lo puedo asegurar completamente, que el del 27 de noviembre también podía traducir algo así como: «Vamos a apresurarnos a alzarnos porque lo que se alzó antes no nos gusta nada».
Después, en el camino, como ocurre tantas veces, comenzaron a converger las dos posiciones. Como, por ejemplo, cuando nosotros estábamos alzados en los años 60, a las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional vinieron a parar luego los militares de derecha que se habían alzado en septiembre del 58, Moncada Vidal y algunos otros. Se comienza por una aproximación pragmática y luego el discurso mucho más articulado y consistente de la izquierda atrae a los nuevos «compañeros de viaje».
EP: Teodoro, tú tenías un programa de radio en esa época —si no recuerdo mal— y a veces retransmitían por allí mensajes o quejas o preocupaciones de Yare cuando estaba preso Chávez. Puede suponer uno que no se limitó la relación a esa visita que contaste, sino que hubo una especie de canal con la población, con la sociedad, a través de ese programa, de manera que Teodoro deja de ser un visitante común y corriente, no para convertirse en miembro de la familia, pero sí hubo una cercanía en adelante.
TP: Mira, ellos podían utilizar el programa como un canal para hacer saber quejas, pero la verdad que con Chávez y su grupo yo no tuve después de esa visita, ninguna relación de tipo político. Pero, desde luego, mi programa de radio sí les daba espacio a sus planteamientos.
EP: Y cuando fuiste ministro y Chávez ya estaba libre y en la palestra, ¿no hubo contactos?
TP: Cuando fui ministro vi varias veces a Chávez. Curiosamente, en una oportunidad, Chávez me llamó para que lo ayudara a conseguir la visa norteamericana, porque lo habían llamado para hacer el programa de televisión de Jaime Baily en Miami. En efecto traté de ayudarlo, llamé al Embajador y le planteé el asunto. Pero la rigidez burocrática de los gringos se impuso en ese caso.
—Este es un golpista —me dijo Maisto.
—¿A cuántos golpistas no les han dado ustedes visa para que vivan en EUA? —le repuse.
Hasta me dijo: «Es que aquí hubo sangre», y le dije: «Pero, el hombre está en plan de incorporación a la vida democrática, ¿cómo es posible que todavía existan esos anacronismos en la conducta de ustedes?».
Total, que no le dieron la visa; se la dieron después que ganó las elecciones. Pragmatismo. Y durante su campaña, a través de José Vicente, también tuvimos algún encuentro cuando uno de los bancos americanos, J.P. Morgan, con ocasión de la asamblea anual del Fondo Monetario Internacional que se celebró en Washington en 1998, el último año de Caldera, quiso hacer una presentación televisada con Chávez, desde aquí, por supuesto, y me pidió que los ayudara. Hablé con José Vicente, y tuvimos una larga conversación José Vicente, Chávez y yo para preparar algunos de los temas. Se avino a varias de las recomendaciones que le hice acerca de algunos puntos, de cómo tratarlos para que pudieran ser bien comprendidos. De hecho, me lució muy razonable y dialogante. En petit comnité no se parece en nada a ese tipo intolerante y agresivo del discurso en público.
EP: Y se llegó a decir ya en la transición, cuando Chávez gana las elecciones que gente del equipo de Caldera se iba a quedar con él. Maritza Izaguirre en efecto se quedó. Y también se especulaba en la calle que a Teodoro Petkoff le habían ofrecido el Ministerio de Hacienda. ¿Llamó Chávez a Petkoff para encargarle Hacienda?
TP: No, no fue verdad. En esa conversación a la que aludí, discutimos su intención de que si ganaba le entregasen esa misma noche. Yo decía: «Mira, Chávez, primero, hay una Constitución. Tú pretendes hacer otra pero hay una que está vigente y que establece unos lapsos, no hay ninguna necesidad de que saltes esos lapsos. Vas a necesitar esos dos meses, y vas a ver que se te van a hacer cortos, porque tú vas a tener que hacer viajes, vas a tener que contactar gente, vas a tener que armar un equipo de gobierno, porque tú no tienes un equipo de gobierno, tú no tienes un ministro a estas alturas».
Entonces, riéndose, me dijo: «Sí, tengo uno: tú». Pero obviamente se trataba de una broma. Me acuerdo que José Vicente, a propósito del tema, en ese momento comentó algo así como: «Sí, esto de que te entreguen la misma noche de las elecciones hay que pensarlo otra vez». Probablemente discutieron el punto, porque de la retórica de Chávez desapareció el tema de que si ganaba le tenían que entregar el mismo día. Por cierto que, también le dije que era bueno hacerle una visita al Presidente. «Eso es una cosa de cortesía, todos los candidatos lo hacen».
Y decía Chávez: «Es que yo no voy a Miraflores sino cuando gane. Pero yo le he mandado a decir a Caldera que quiero hablar con él». Le pregunté: «¿Dónde te reunirás con él? ¿debajo de un puente? ¿en un restaurante? Porque él es todavía el Presidente de la Républica. Si tú quieres hablar con él, Caldera te mandará a decir que lo visites en Miraflores o en la Casona».
IM: O como garganta profunda; podían verse en un estacionamiento (risas).
TP: Volviendo a la pregunta: no me propuso Hacienda ni ningún otro ministerio y creo que la razón es obvia: Políticamente, eso no habría tenido explicación. Por lo demás, yo tampoco habría aceptado. En cambio, me pidió ayuda para convencer a Maritza de que le aceptara el Ministerio de Hacienda. Lo ayudé, desde luego, y creo que algo influí en la decisión de ella, que me parecía conveniente para la continuidad de la política fiscal.
EP: Teodoro, tú hablaste ahorita de eso, de que él tenía que formar un equipo, y hace poco se habló de la procedencia de ese equipo, de la competencia profesional y de la conexión con la realidad ¿Qué opinas tú del gabinete que logró montar el Presidente Chávez?
IM: Yo quisiera añadir algo a esa pregunta. Las relaciones de Chávez con cierta porción del mundo de la UCV y de Cendes.
TP: Quizás podría contar un poco cómo se desarrollaron esas relaciones porque soy testigo de algunos episodios que condujeron a la creación de ese vínculo. Mira, mira esa casa de las rejas verdes [Petkoff señala ventanas afuera], ahí donde está parada esa camioneta roja, ahí vive Giordani. Aquí los mamadores de gallo de esta callecita, que es ciega, dicen: que la camioneta de Cordiplan lo que hizo fue cambiar de acera. «Tremenda revolución». Me contó la anécdota personalmente. Conozco a Giordani desde hace muchísimo tiempo. Es un hombre que estuvo en la periferia del MAS, ¡hasta dos libros sobre el MAS escribió! Giordani me contó que después del golpe del 4F, un grupo de profesores universitarios, probablemente con la misma curiosidad que yo tuve de ir a Yare, decidió visitar a los presos.
Cuenta Giordani que fueron y estuvieron todo un día ahí, y que cuando iban saliendo Chávez lo llamó y le dijo: «Profesor, estoy haciendo mi tesis de una maestría en Ciencias Políticas en la Universidad Simón Bolívar, y quisiera que usted fuese mi tutor». Giordani aceptó muy gustoso y eso lo hizo frecuentar Yare con más asiduidad, justamente para trabajar en la tesis.
IM: ¿En la tesis?
TP: Bueno yo no sé si trabajarían en la tesis o en un programa de gobierno. Lo cierto del caso es que Giordani se hizo habitual de Yare y, por lo visto, forjaron una amistad muy estrecha y claro, allí nació ese aprecio que evidentemente Chávez tiene por Giordani. Lo designó jefe de la política económica. Ustedes recordarán que en la campaña electoral, cuando a Chávez le preguntaban: «¿Quién es la gente con la que va a gobernar?» él mencionaba siempre dos nombres, nada más: Giordani y Ciavaldini. Ciavaldini y Giordani.
¿De dónde sale Ciavaldini? En un momento de esos, luego del 4 de febrero, cuatro amigos míos, Manuel Quijada, Víctor Córdoba, Alwilson Querales, y Héctor Ciavaldini, todos compañeros desde los 60, compañeros de prisión, y vinculados al MAS —bueno, Manuel no, pero Manuel fue compañero de prisión de todos nosotros en los años 60, participó en el Porteñazo—, me invitaron a una conversación. Nos vimos en la casa de Víctor y el planteamiento fue, el propio Héctor Ciavaldini lo hizo: «Nosotros creemos que esta gente ha abierto un camino, vamos a ir a Yare a ver qué tienen en la bola». Bueno, fueron, y ahí quedaron ligados para siempre, por lo visto. Por cierto, apartando el hecho de que Ciavaldini es lo que uno llamaría un «terciazo» y de que es un buen profesional —es químico— luce como excesivo haber colocado esa enorme transnacional que es PDVSA en manos de, quien como él, no poseía ninguna experiencia ejecutiva o gerencial. De otro lado, él siempre fue audaz, y al aceptar PDVSA lo demostró. Al amigo le deseo que lo haga bien. Pero no le escondo, también al amigo, mi escepticismo. Por otro lado, Héctor luce mucho más cercano a los intríngulis de la economía moderna, menos dogmático que, por ejemplo, Alí Rodríguez, quien, por lo demás —como todo el mundo reconoce— es uno de los pocos ministros que conoce su negocio y se maneja bien.
IM: Forzando la metáfora, ¿la UCV es la AD de estos golpistas?
TP: ¿La UCV, como institución? No, no lo creo.
EP: A menos que la cosa venga por los lados de Héctor Navarro y la gente con la que él va a poblar el Ministerio de Educación.
TP: Sí, claro. Después, seguramente, pues el propio Giordani ha sido un facilitador de los vínculos con muchos profesores de la UCV. Pero, bueno, quiero decir que ahora, al margen de las personalidades involucradas en este asunto, este año de gobierno ha mostrado que el equipo en su conjunto no está a la altura del cometido que se ha planteado. Eso me parece a mí evidente y no sé cómo lo evaluará Chávez. Quizá lo sepamos cuando produzca nuevos cambios, pero creo que si con ese equipo se quería mostrar una intención de cambio en el modo de conducir el país, no lo logró en este año. Está bien, entiendo que Chávez se dedicó a la política y se dedicó solamente a suConstitución y a su Constituyente y a aplastar definitivamente a Acción Democrática y a Copei, pero sus ministros, francamente...
A estas alturas del juego, se ve que muchas de las áreas atendidas por estos ministros no son propiamente un modelo de eficiencia, de avance en el sentido de superar lacras y vicios del pasado. Es un equipo bastante mediocre, pues, independientemente de que algunos de ellos sean gente muy respetable, en varios hay un dogmatismo típico de la vieja cultura de la izquierda que me parece muy peligroso; una intolerancia de entrada frente al mundo que no es el de ellos, intolerancia que no me gusta para nada.
IM: ¿Tú dirías que es un gobierno de profesores universitarios, de ministros que no tienen experiencia alguna de gobierno de ningún tipo?
TP: Eso es visible. Varios de ellos no muestran experiencia en la conducción de asuntos públicos ni en la gerencia pública. Hay mucha debilidad en ese sentido. Eso se aprende, claro, pero el aprendizaje está resultando costoso.
EP: Esa posibilidad, la de que mientras Chávez se ocupa de la política, los ministros se ocupen del país no me acaba de entrar en la cabeza. No sé cómo funciona el Presidente con los ministros, pero a mí me da la impresión que dependen muchísimo de la presencia y de la supervisión del Presidente de la República.
TP: Ser Ministro de Chávez debe ser difícil. Debe ser de ese tipo de dirigente que deja poco espacio para la iniciativa individual, y que después se queja de que la gente no tiene iniciativa («tengo que hacer yo todo») pero es que su estilo es absorber. Siento que el número de aquellos de su gabinete que le dice «no» en alguna oportunidad debe estar reducido ya a poquísima gente, poquísima, si es que queda ya alguno que se atreva. Se ha ido creando una relación de la cual la expresión más grotesca son esas comparecencias en televisión de Chávez, donde sienta al gabinete para interpelar a sus ministros. A mí me parece patético, realmente patético, el rol que cumplen allí, de comparsas: «¡Oye, fulano, tú que eres tan buen cocinero! ¡mengano, tú que eres abogado!». A Ignacio Arcaya lo ridiculizaba inmisericordemente. No se cómo Ignacito se la calaba. Lo del lapsus brutis con José Vicente es insólito por lo desconsiderado.
Hay algunos a quienes la incomodidad se les ve en la cara. Yo mencioné en alguna oportunidad en El Mundo que a Raúl Salazar y a José Vicente se les veía la incomodidad en la cara, en esas reuniones.
EP: De ese equipo, Teodoro, pareciera que hay dos personas muy próximas al Presidente que son Miquilena y Rangel.
TP: Sí, eso está claro. Esos personajes, junto con Chávez componen el super-cogollo que toma decisiones. En todo caso, es con quienes habla Chávez. Una de las grandes diferencias entre este proceso y el del 45 es que en el de 1945, en fin de cuentas, a pesar de los errores que pudiera haber cometido en la administración de su enorme fuerza, AD era un verdadero partido, pero además era una constelación de luminarias, una gran organización, con programa y proyecto de país. No solo un gran jefe, Betancourt, y una manada de borregos, como en el MVR. No, señor, Betancourt era realmente el primero entre sus iguales y sus iguales eran gente de muchísima personalidad, y para la época constituían una muy brillante élite. Nadie sabía más de educación que el viejo Prieto, que estaba ahí; nadie sabía más de petróleo que Pérez Alfonzo. Uno recuerda a la gente que era el CEN de AD entonces: Gonzalo Barrios, Leoni, Ramos Jiménez, Carnevali, Ruiz Pineda, Domingo Alberto Rangel. Este símil de que el MVR es la AD del siglo XXI hay que ponerlo en remojo. A menos que se parezcan en vicios y defectos, que el MVR tiene todos los de AD, sin ninguna de sus virtudes.
En el 45 estábamos en presencia de un partido que se había construido y macerado a lo largo de años, que tenía un cuerpo doctrinario propio, un proyecto de país, en fin; y Betancourt era alguien que tenía interlocutores en el partido. Betancourt debía discutir con su partido y convencer o ser convencido a la hora de tener una posición. Aquí, francamente, Chávez no tiene interlocutores en el MVR. No los tiene ni civiles ni militares. Chávez con el MVR se relaciona forzosamente, aun si no quisiera, desde una perspectiva de jefe militar, es decir, no puede sino dar órdenes porque alrededor de él no hay nadie que pueda decir: «Un momentico, Comandante, yo no estoy de acuerdo con eso, vamos a discutirlo». Con los otros dos partidos, su relación es más bien turbulenta. Al MAS definitivamente lo desdeña, no le tiene confianza y no es interlocutor de él. Y en el PPT hay algunas individualidades con las que él se entiende bien, pero por supuesto, estas individualidades se han ajustado a la personalidad de Chávez. Aunque el PPT no tiene esa obsecuencia oportunista del MAS. El PPT podría llegar hasta la ruptura con Chávez.
IM: La relación es mutua, porque ellos siempre entran en contacto con él para consultarle, para pedirle anuencia…
TP: Claro, y además lo dicen sin recato: «La última palabra la tiene el Presidente». La última y la primera también.
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