domingo, 1 de enero de 2017

Las Opiniones de Otros

Moisés Naím: “Combatir la corrupción no consiste en buscar gente honesta”

Published by Equipo El Mercurio Inversiones in El Mercurio Inversiones | 28.04.2015
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Moisés Naím tiene bastante claras las diferencias entre los países de América Latina. Si bien, todos en la región están siendo afectados por la débil economía mundial, por la caída del precio de las materias primas y la desaceleración China, a cada uno le pega de manera distinta. “Para algunos países en América Latina se trata simplemente de navegar en un mar menos favorable; para otros esto es una verdadera catástrofe”. En el primer grupo sitúa a Chile, además de Perú, Colombia y México. “Las catástrofes son las obvias”, dice Naím. “Venezuela, Argentina y ahora estamos viendo a un Brasil que está cada vez más frágil”.
Es lo mismo que podríamos haber dicho hace cinco años, ¿no? Una región dividida, con un Pacífico más próspero y un Atlántico menos dinámico.
La diferencia es que hace cinco años esos eran países en problemas. Hoy son catástrofes, países que van en caída libre.
Moisés Naím, el ex político Venezolano de los 90 quien se mudó a Washington para ejercer en un cargo del Banco Mundial, comenzó a ganar más notoriedad internacional cuando llevó sus provocadores análisis a escala global al asumir en 1996  como editor de la respetada revistaForeign Policy.
Sus libros, de los que ya ha publicado más de 10, han generado gran impacto en los centros de poder de Washington. Uno llamado Ilícito: Cómo Traficantes, Contrabandistas y Piratas Están Cambiando El Mundo, publicado en 2005, le llevó a ser reconocido como uno de los autores del año por Financial Times y Washington Post. A inicios de este 2015 se transformó en fenómeno de ventas en Amazon cuando Mark Zuckerberg, el fundador de la popular red social Facebook, recomendó su libro El Fin del Poder, de 2013, un profundo análisis sobre cómo en el mundo actual se hace más fácil obtener el poder, se hace más difícil mantenerlo y más fácil perderlo.
Pese a que sus análisis son de alcance global, América Latina –y especialmente su Venezuela natal– es uno de los temas en los que sigue poniendo una atención prioritaria.
¿Cómo describirías al actual cuadro político y económico de América Latina? 
Hoy América Latina está dominada por tres temas: recesión, corrupción y oposición.
Los tres temas que mencionas tienen impacto directo en el ejercicio del poder político, aunque la corrupción es el que está siendo más notorio.
Es muy interesante ver cómo todos los países de América Latina están siendo afectados por escándalos de corrupción, que han desestabilizado a sus gobiernos y que incluso están teniendo consecuencias macroeconómicas. Los vemos en Brasil, a niveles enormes y lo estamos viendo en Venezuela, aunque en este caso el problema no es macroeconómico, sino que es un problema de la macrocleptocracia reinante. Pero no es sólo ahí. En México, con los escándalos del presidente y su esposa. En Argentina con ese agujero negro que tienen. Incluso la gran sorpresa ha sido Chile, un país que no cabía en las conversaciones sobre corrupción, ese mismo Chile ahora está siendo sacudido por estos hechos.
Pero estos casos de corrupción tienen diferencias de tamaño que hay que tomar en cuenta.
Ya hay quienes dicen que el de Brasil podría ser el más grande de la historia.
No, ése es Venezuela. Cuando se conozcan los números vamos a ver que el de Venezuela es más grande. Pero es cierto que en esto somos competitivos a nivel planetario: Venezuela, Argentina y Brasil, tres países sudamericanos, compiten por ser los campeones mundiales de la corrupción.
Pero en América Latina siempre hubo corrupción y sólo ahora parece desestabilizar gobiernos. ¿Qué cambió?
Por una parte porque los volúmenes, los montos en dinero, son muy grandes. Por otra parte porque hay más escrutinio, hay más visibilidad. Hay países como Venezuela en los que pese a haber mucha represión, mucha censura, las cosas se terminan sabiendo.
Y tercero, y que creo es lo más importante, es que ha ido disminuyendo la tolerancia de la gente hacia lo que llamo la coexistencia pacífica con la corrupción. Esa tolerancia silenciosa en de aceptar la corrupción como si fuese algo natural, algo de la vida, que es necesario para vivir. Que es casi como el medio ambiente. Y bueno, cada vez más los ciudadanos de América Latina se niegan a aceptar que la corrupción a esos niveles es algo que se deba aceptar de manera paciente.
Esto parece ser el elemento más novedosa de esta crisis.
De hecho, lo que hay de nuevo en América Latina son las nuevas intolerancias. Hay dos nuevas intolerancias, dos nuevas hipersensibilidades que hay que darle la bienvenida. La nueva intolerancia a la corrupción, y la nueva intolerancia hacia la desigualdad.
No hay nada nuevo en que en América Latina haya mucha corrupción y nada nuevo en que en América Latina haya desigualdad. Lo que es nuevo es que la gente se hartó, y que ya no lo acepta como una realidad inevitable.
Ya tenemos la intolerancia. ¿Cómo se sale de la corrupción actual en que está sumergida la región? ¿Se busca simplemente la solución judicial? ¿Hay que generar acuerdos políticos?
Para dejar atrás la corrupción hay que romper el ciclo tradicional con el cual se maneja. Este ciclo consiste en que cuando hay un escándalo público, hay mucha exposición mediática. Con ella, hay mucha indignación de la sociedad, lo que a su vez aumenta con ello el apetito de los medios por publicitar el escándalo. Éste pasa eventualmente al sistema judicial, y que llevan a hay juicios con lo cual en algunos países la gente va a la cárcel, en otros no. Y después vienen otros escándalos, otras emergencias que sacan de los medios el escándalo original.
Cuando eso ocurre, viene la búsqueda del proverbial hombre o proverbial mujer para que saque al sistema corrupto de dónde se encuentra. Y la política consiste en que para luchar contra la corrupción, hay que poner en el poder a gente honesta. Cosa que es cierta, pero como no tenemos instrumentos confiables para determinar el nivel de honestidad, termina siendo todo muy decepcionante.
¿La búsqueda de la honestidad no es el camino?
Es importante recordar que los gobiernos en los años 90 en Rusia, en Italia y en Venezuela, la idea era que había que acabar con los regímenes corruptos que había en esos momentos, y los paladines de la lucha anticorrupción que aparecieron en ese momento, se llaman Vladimir Putin, Silvio Berlusconi y Hugo Chávez, quienes terminaron teniendo los gobiernos más corruptos en la historia de sus respectivos países.
Es decir, cambiar la honestidad por la institucionalidad.
Por supuesto que hay que buscar gente honesta, pero mucho más importante que el hombre o la mujer honesta, es la búsqueda de instituciones que hagan que, aunque no tengas gente honesta, sea muy difícil, muy peligroso, muy doloroso, y que no quede impune, la corrupción. Para ello se necesitan instituciones, reglas, supervisión, monitoreo, división de poderes. Mucha transparencia, mucha dificultad de llevar a cabo negocios opacos de los que la ciudadanía no se entere. Hay que abrir la información, el estado tiene que hacer que las transacciones públicas sean muy fáciles de entender y escrutar por parte de la población, una oposición activa, vigilante con las cuentas públicas. Esto es mucho más importante que la búsqueda del proverbial hombre honesto.
La lucha contra la corrupción debe estar basada en crear instituciones y reglas, no en la ruleta de tener suerte de si te tocó tener una persona honesta o no.
Dijiste en un principio que además de corrupción y recesión, el tema actual es la oposición. ¿Juega la oposición un rol clave en América Latina?

En este momento la región se caracteriza por la recesión, la corrupción y la oposición. Si estás en la oposición en este momento, debieras estar teniendo una época de oro. Deberíamos empezar a ver la aparición de mayores éxitos. Lo hemos visto en Ecuador, donde una alcaldía importantísima fue ganada por un opositor a Rafael Correa, quien tenía hasta hace poco la hegemonía política del país. Le está pasando a Evo Morales. Lo vemos con Dilma quien tiene unos indicadores por el piso en Brasil, donde el partido de los trabajadores está siendo seriamente cuestionado.
De todas maneras, en la mayor parte de América Latina, la oposición no parecen aprovechar bien esta coyuntura. 
No estoy diciendo que todos los gobiernos van a ser derrocados. Estos casos están en distinta etapas. Dilma y Peña Nieto tienen pocos años de sus respectivos gobiernos. No digo que en los próximos meses se venga un reemplazo de partidos políticos. Lo que digo es que la oposición tiene más espacio que el usual.
CHILE Y EL FIN DEL PODER
Naím es un admirador de Chile. Ha lamentado públicamente en varias ocasiones que la influencia del modelo chileno no se extendiese más por el continente.  “En América Latina sobra chavismo, falta chilenismo“, ha dicho en varia ocasiones en distintos foros internacionales. Por eso no sorprende que esté siguiendo de cerca el debate chileno surgido por los casos de corrupción del último tiempo.
Vamos a Chile, ¿cuál es tu opinión de lo que está sucediendo con los casos de corrupción que se están haciendo públicos?
Yo creo que es muy grave lo que está pasando en Chile, pero palidece con los estándares latinoamericanos. Cuando se hace la comparación numérica, la corrupción en Chile es juego de niños. En América Latina las cifras de corrupción son macroeconómicas.
El hecho se ve más grave cuando se compara con la propia historia de Chile.
Eso sí. Chile ha estado siempre por encima de la norma latinoamericana y por encima de la norma internacional en términos de corrupción. En un país donde la megacorrupción no ha sido problema como lo ha sido en otras partes, bueno, estos brotes son dignos de preocuparse. Pero también vemos que en Chile están los anticuerpos necesarios que hacen posible la reacción, enfrentar el problema y de paso mejorar los mecanismos para impedir la corrupción, sin que eso tenga un daño irreversible sobre la estructura política. O incuso sobre la economía.
En Chile en este momento, y como consecuencia de los casos de corrupción destapados que afectan tanto al oficialismo como a la oposición, hay un vacío de poder…
Bueno, eso también me lo dicen en Inglaterra. Durante este proceso eleccionario, todos los días me llaman de Inglaterra para preguntar sobre mi opinión sobre lo que sucede ahí. Es lo que pasa en la Grecia de Siriza, en Italia, en España. En Israel. En todos ellos se puede ver síntomas descritos en el fin del poder.
No pareces preocupado de que eso ocurra. 
Yo lo veo como algo bueno.  No creo que sea algo de lo que haya que salir. Las tendencias que describo son positivas: es un mundo con mayores oportunidades, más incómodo e inestable para dictadores, autoritarios, corruptos,  abusadores, monopolistas. Es un mundo donde un grupo de jóvenes en una plaza pública, puede derrocar una tiranía. Donde  grupos sociales, raciales o religiosos que han sido marginados pueden tener una voz.
No estoy diciendo que estemos viviendo todo esto. Estoy diciendo que estamos viviendo en un mundo donde estas cosas son más fáciles que ocurran. Y eso ya es bastante bueno.
El fin del poder, como lo describes,  es un desafío a la gobernabilidad.  ¿Cómo logras combatir la corrupción o enfrentar la desigualdad sin gobernabilidad? 
Eso es verdad y lo vemos a nivel mundial. Lo vemos en EE.UU. con el ascenso del Tea Party y la radicalización del obstruccionismo  del partido republicano paralizan al país. Lo estamos viendo en Europa, en Tailanda, en Indonesia. Es verdad que en países donde el poder se fragmenta genera situaciones a nivel político dominadas por el bloqueo, lo que Fukuyama llama la vetocracia. Muchos protagonistas políticos con suficiente poder como para vetar, bloquear, impedir las iniciativas de los demás, pero donde nadie tiene suficiente poder para imponer una reforma.  Eso sí es una amenaza. Pero también es cierto que la esencia de la democracia es su capacidad de reformularse, de regenerarse, y de mejorar. Va a haber aprendizaje y ya estamos viendo ejemplos de sociedades que no están tan entusiasmadas con una hiperfragmentación que paralice la decisión política. Se va a mejorar.

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