A
partir del colapso de la Unión Soviética en la década de 1990 se fue
estableciendo un mayor número de Organizaciones No Gubernamentales (ONG)
en la actual Rusia. Estas organizaciones de la sociedad civil juegan un
papel crucial para la misma, y suelen estar integradas tanto por
intelectuales como por activistas que hacen énfasis en el debate de
ideas, cuestionamiento de los procesos políticos o defensa de causas
particulares.
Empero, ¿qué sucede cuando el gobierno las censura, multa a todo
aquél que opine distinto, prohíbe el debate de ideas y adquiere el
monopolio de propuestas en políticas públicas?
Las políticas altamente restrictivas de presidentes como Dmitri
Medvédev o el actual mandatario Vladimir Putin (ex agente de la KGB) han
sido nocivas para el desarrollo independiente y la efectividad de estas
instituciones civiles y otras tantas. La situación se ha puesto cada
vez más oscura en las últimas décadas y tomar la responsabilidad de
llevar a cabo un proyecto de ONG que no comparta las ideas del gobierno
se ha convertido en un gran riesgo.
Tal es el caso de organizaciones defensoras de los derechos del
votante, derechos de expresión, derechos civiles, etc. Estas
organizaciones, con su aparición en Rusia a partir de 1990, lograron
alcanzar su auge y tener una voz en el año 2000, momento a partir del
cual el gobierno ruso las lleva a su máximo declive tras arrestar a
varios disidentes, fomentar el temor y alejar a los donantes privados.
La realidad es que hoy sólo el 20% de las organizaciones registradas en
Rusia están activas.
Hace algunos años, el Parlamento ruso decretó una ley que requería
que las ONG que recibían fondos del exterior, realizaban actividades
políticas o pensaban distinto al gobierno, se registraran como “agentes
extranjeros” en el Ministerio de Justicia. Resulta curioso el término,
ya que en Rusia los “agentes extranjeros” (Иностранный агент) suelen ser
vistos como los “espías”, siendo una clasificación bastante asociada a
la era soviética.
Ante tal situación, las implicancias para las ONG han sido fuertes, y
nos encontramos hoy con un aumento en los pasos burocráticos para el
registro de las organizaciones, restricciones para los extranjeros que
participen de las mismas, un sometimiento a costosas auditorias y a los
poderes de supervisión del gobierno, quienes intervienen en los asuntos
personales de dichas instituciones, llegando a la suspensión o la
clausura.
La cuestión reside en que si usted está en Rusia y busca llevar
adelante una iniciativa privada para defender alguna causa que el
gobierno considere “no apta”, “sensible” o tenga financiamiento del
exterior, y aun más, si tiene éxito en hacerla popular o capta la
atención de los medios, entonces déjeme decirle una cosa: usted se
encuentra en problemas.
El monopolio de las investigaciones y la vida intelectual en las
políticas públicas en manos del Kremlin siempre ha sido evidente en la
historia soviética, sin embargo aquél monopolio parece querer mantenerse
inclusive varias décadas después de la caída de la cruenta Unión
Soviética.
La tendencia hacia la centralización del poder siempre ha sido
evidente, sin embargo, pareciera ser que Rusia ha estado buscando
recuperar una buena parte de los anacrónicos hábitos de la era
soviética.
¿Qué nos dicen los índices de libertad?
En el Índice de Libertad Económica 2015 de la Fundación Heritage de
Estados Unidos y el Wall Street Journal, Rusia se ubica en la posición
143 de 178 países (este último es Corea del Norte, muy cerca de Cuba y
Venezuela), concluyendo que Rusia tiene la libertad económica más
controlada y reprimida de Europa.
Entre índices del Transparency International, vemos a una Rusia con
altos niveles de corrupción, alcanzando la posición 136, muy cerca de
países como Irán, Corea del Norte o Zimbabwe, con fuerte presencia
corrupta dentro de los partidos políticos, del aparato legislativo, los
medios de comunicación, el sistema educativo, el judicial, la policía y
los funcionarios públicos.
Según el Doing Business 2015 del World Bank Group, a los ciudadanos
rusos les lleva unas 177 horas anuales para llevar a cabo las
formalidades administrativas del pago de impuestos, mientras que el
monto total de impuestos en porcentaje de ganancias es del 54,1%.
Por su parte, se observan elevadas restricciones en la prensa, donde
los canales televisivos del gobierno difunden la propaganda oficial,
censurando un sinfín de voces y periódicos. Observamos entonces que la
Clasificación Mundial de Libertad de Prensa elaborada por Reporteros sin
Fronteras, ubica a Rusia en la posición 152 de 179 países, hallándose
en una seria situación restrictiva.
El autoritarismo hecho “ley”: las limitaciones a la libertad de expresión
Son infinitas las leyes, o sería más justo llamarlas tropelías, que
silencian a las voces opositoras que tienen el objetivo de denunciar los
abusos del régimen ruso.
Anteriormente observamos la Ley de Agentes Extranjeros (referida a
las ONG), empero cabe mencionar otras tantas que censuran la libertad de
expresión en Rusia.
Tal es el ejemplo de la Ley Lugovoi, la cual bloquea el acceso a
ciertas páginas web que no cuentan con la autorización del gobierno. Por
ende, si el aparato gubernamental considera que una web fomenta las
protestas o pensamientos disidentes, puede ser dada de baja de
inmediato.
La Ley de Restricciones en Internet consiste en que los blogs o webs
que superan las 3000 visitas por día deberán estar registradas en la
llamada “Agencia de Supervisión de los Medios de Comunicación”… ¿1984?
Otra ley autoritaria, y tan soviética como las anteriores, es la Ley
de Traición y Seguridad Nacional, que tiene bases en multar a individuos
y organizaciones por “facilitar información clasificada a las naciones
extranjeras y actores internacionales”.
Vemos también la existencia de una Ley de Manifestaciones, la cual
proclama que todo aquel que organice protestas será multado (de U$200 a
U$10.000) por “alterar el orden público e incumplir las normas”. Otra
ley bastante similar es la Ley sobre la Difamación por la cual, en el
caso de realizar un comentario contra las autoridades gubernamentales,
el ciudadano ruso será multado.
Este autoritarismo del Kremlin, la falta de transparencia, los
servicios de inteligencia con su elevado poder, los derechos civiles,
políticos y económicos avasallados por el gobierno de Vladimir Putin, el
creciente número de empresarios del gobierno, los exilios, muertes o
encarcelamientos de aquellos intelectuales o empresarios que opinan
distinto, el colonialismo, el ultra nacionalismo y las bases del Estado
omnipotente de la era soviética, han llevado a hacer de Rusia una
sociedad civil completamente controlada.
La historia soviética tanto con Lenin o Stalin a la cabeza nos mostró
la esencia de la acumulación de poder. El avance bolchevique a partir
de 1917 avasalló la totalidad de las libertades, incluyendo la libertad
de prensa: fueron innumerables los decretos que otorgaban al gobierno
revolucionario el derecho de sancionar publicaciones que negaran a las
nuevas autoridades, tal como fueron incontables las leyes que
establecían el monopolio estatal sobre la publicidad, cuestión que
debilitó a la prensa opositora, además de la confiscación de imprentas y
el cierre de periódicos, ¿le es familiar?
En simples palabras: en pleno siglo XXI expresar y transmitir ideas a
una audiencia masiva o tener un buen número de seguidores en las redes
sociales son algunas formas de tener graves problemas con las
autoridades del gobierno, ¿hasta cuando estos gobiernos prehistóricos?
Esta es la ingeniería social soviética que Rusia parece no haber
podido abandonar. Resulta evidente que el legado comunista dejó su
vacuna en la sociedad civil rusa.
Antonella S. Marty
Antonella S. Marty
No hay comentarios:
Publicar un comentario