Romulo Betancourt y el historiador Ramon J. Velazquez, luego presidente de Venezuela |
Autor: Rómulo Betancourt
Título: Acotación a una exigencia de la "Liga Campesina de Maracay"
Fecha de publicación: 11-09-1938
Publicación: Diario Ahora
Título: Acotación a una exigencia de la "Liga Campesina de Maracay"
Fecha de publicación: 11-09-1938
Publicación: Diario Ahora
En las columnas de Ahora fue publicada, en reciente edición, el texto de una carta dirigida al ciudadano Ministro de Agricultura y Cría por la Liga Campesina de Maracay. En ella se propugna la parcelación de los latifundios de la Sucesión Gómez, confiscados por el Estado, y su entrega a campesinos sin tierras.
Esta carta ha tenido la suerte de ser dada a la publicidad, desde las páginas de un diario. Empero, innumerables otras se quedan rezagadas en los archivos del Ministerio de Agricultura y Cría. En su tosca letra, el campesino venezolano vuelca en ella su gran anhelo: el de un pedazo de tierra suya. A este respecto, nos decía recientemente un funcionario del Ministerio de Agricultura y Cría que en los archivos de ese Despacho hay peticiones de tierras suficientes para llenar con ellas una cualquiera de las vastas oficinas de Las Acacias.
Contra esta exigencia sistemática del campesinado desposeído, ha erigido una tesis muy especiosa el gran terrateniente nacional: la de que el campesino nuestro no ambiciona sino los tres reales del diario jornal.
Esta tesis tiene un recóndito origen egoísta. Disimula y oculta un trasfondo utilitarista. Muchos grandes propietarios saben que el sistema de producción a base de grandes haciendas es antieconómico, poco lo rentable. Y que bastará que una reforma agraria dote de tierra suya a millares de campesinos, y que se comience a cultivar parte de la tierra laborable de Venezuela mediante un sistema de cultivo parcelario, para que a todo el país lo gane la evidencia de que el latifundismo es un régimen de propiedad anacrónico.
Además, el gran propietario, enganchador de brazos campesinos a salarios viles, sabe también que el número de peones a alquilar disminuirá sensiblemente de intentar el Gobierno Nacional una reforma agraria. Muchos jornaleros devendrían pequeños productores independientes. La disminución de la oferta de brazos sobre la demanda repercutiría en forma de elevación automática del nivel de los jornales. Constreñido por la necesidad de pagar salarios más altos, el gran hacendado necesitará entonces mejorar los cultivos, racionalizarlos, llevar la máquina al campo, abandonar los sistemas rutinarios de siembra, recolección y beneficio de los frutos actualmente vigentes.
Enfocando la cuestión desde el ángulo en que nosotros nos hemos situado es como puede explicarse lo que no tiene justificación para el análisis superficial. Nos referimos a la resistencia de poderosos sectores de grandes terratenientes a que se parcelen haciendas que no son suyas, a que se aborde una reforma agraria en las tierras confiscadas a Gómez que a ellos no los afectará directamente.
No es difícil prever hasta qué punto impresiona al Ejecutivo Federal esta actitud hostil que frente a esa posible reforma agraria asumen desde ya influyentes sectores acomodados del país. No es del cielo que ha bajado esa actitud vacilante, tímida hasta el absurdo, que asumen los Ministros de Agricultura-los de ayer y los de hoy- frente a las exigencias de parcelación de las haciendas confiscadas.
Esta presión de sentido negativo, la conjugan esos sectores poderosos a que hemos aludido con otra, no ya embozada sí abierta, franca. Aspiran a que las grandes haciendas de Gómez, después de pasar una breve interinaria en manos del Estado, pasen a las suyas. Ya alguna de las grandes haciendas del dictador pasó a manos particulares. Y son varios los individuos ricos que están jugando a la baja de los bonos de los reclamantes -como lo ha puntualizado en varias oportunidades el editorialista de Ahora- con objeto de comprados hasta con el 50% de descuento. ¿Y qué fin persiguen los aglotistas con esas especulaciones? Simple y llanamente, amontonar la cantidad de bonos requerida para acercarse con ellos al Ejecutivo a comprar "El Trompillo", "Bramon", el hato "La Candelaria" y los otros grandes fundos agrícolas y pecuarios actualmente de la Nación.
Esta situación debe deslindarse. Y rápidamente. El Ejecutivo, sin más dilaciones proclives a los más sospechosos manejos, debe tomar una decisión definitiva. Decisión que comporte, a un mismo tiempo; el pago justo del valor de los bonos a los reclamantes; y, al mismo tiempo, la reserva para el Estado, a fin de intentar en ellas ese ensayo de parcelación en grande que hemos venido propugnando, de las mejores tierras agrícolo-pecuarias confiscadas a la Sucesión Gómez.
No sólo es la Liga Campesina de Maracay. Son los agricultores pobres de todos los Estados de la Unión donde están ubicadas tierras que pertenecieron un día a Juan Vicente quienes anhelan y exigen la parcelación de ellas. Este clamor mayoritario debe impresionar y convencer más al Ejecutivo que las ambiciosas pretensiones de un grupo de millonarios.
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