Construyamos un pais
Somos un pueblo
presupuestivoro. ¿Y cómo no serlo si la única fuente económica saneada que
poseemos es el presupuesto? El presupuesto determina entre nosotros las crisis
y los auges políticos. El medio más rápido y honorable de enriquecerse no es
fundando una industria, fomentando una actividad mercantil, una explotación
minera, sino instalándose a la sombra del presupuesto, bajo el bananal
burocrático, según el grafico decir popular.
El burócrata enriquecido ni
siquiera se preocupa, luego de retirarse o ser retirado del cargo, por fomentar
con su dinero una nueva fuente productiva. Se hace por lo general, rentista.
Adquiere casas, se dedica al agio y a la hipoteca, y acumula dinero tranquilamente
en el banco. Dedica sus hijos a la abogacía o los hace pegar, antes de terminar
sus estudios, a la sabrosa ubre nutricia que el muy a su pesar abandonara.
Educados en un ambiente regalón, entre mimos y según la pragmática de la
chivatería, esos hijos suelen resultar unos botaratas y disipar en francachelas
el patrimonio aun no heredado.
La política es el negocio más
brillante de nuestros días. No es raro que un comerciante o industrial que se
está desenvolviendo con éxito en su especialidad, lo abandone todo
repentinamente para aceptar un cargo y “Sacrificarse por la patria”. El sueldo es lo
de menos. Ya se las ingeniara él para que el sueldo sea lo de menos.
Mientras tanto, nuestra
economía se deforma y se subordina cada vez más a la solución contingente y
aleatoria del petróleo. El petróleo infla el presupuesto, es lo que el cuerpo a
la sombra. Vivimos recostados a una sombra.
Producir, crear riqueza autónoma, desatar la ambición cicatera del
presupuesto, he ahí todo un programa, si es que alguna vez nos decidimos a
crear un país, con amor, con dolor y con sacrificio. Producir como medio de
adquirir ganancias y desarrollar el bienestar público. Crear riqueza autónoma,
estable, permanente, nuestra y no ese calco de riqueza aérea fundada en el
fausto, el derroche y la presunción, con raíz en el tembladal minero,
transitorio y de extraña procedencia.
Sembremos el petróleo. Hagamos del presupuesto un manantial de prosperidad
colectiva, y no una cucaña para deleite de una minoría invertebrada.
Construyamos un país y no una
patriecita lirica, montada al aire con juncos y flores sobre un pantano poblado
de miasmas deletéreos. Eso seremos si continuamos desperdiciando la ocasión de
hacernos fuertes, en el trabajo, la precisión y la libertad. Meditemos sobre
las causas de nuestro atraso. Observemos con preocupación el índice de
natalidad y mortalidad. No crecemos apreciablemente. Nuestro stock racial,
degenera a ojos vista, por causa de las endemias y la desnutrición. El campo se
despuebla devorado por el latifundio.
¿Qué es nuestra economía? Una ilusión. No es pesimismo. No es afán de
recargar el cuadro con colores sombríos para asustar a los pusilánimes. Tenemos
fe en el destino de Venezuela y confiamos en que el movimiento renovador que se
inicia bajo el nuevo régimen culminara en una verdadera transformación de
nuestro basamento económico. Pero para llegar a esto, se hace necesario exhibir
al sol nuestras llagas, afirmar el pie en la dura y pelada realidad, no ocultar
un solo escondrijo donde se refugian nuestras miserias.
Esta guerra es una lección y
de las más provechosas, sucumben los pueblos pequeños; borranse y desaparecen
las fronteras debilitadamente defendidas; la fuerza bestial y terrorista se
desborda sobre las nacionalidades sin sentido de previsión. Surgen nuevos
imperios con fiebre de conquista universal. Gozamos de independencia política,
pero somos una colonia económica. Transformemos nuestra realidad, poniendo en tensión
todas nuestras energías, con amor, con dolor y con sacrificios, para construir
un país.
Diario Panorama (Maracaibo, 24 de junio de 1940). Pgnas. 1 y 4 Fdo.
Juan Lucena. Columna; Escolios.
Extraído del libro: Escritos de época; Homenaje del Congreso a la
memoria de Valmore Rodríguez; Caracas-Venezuela 1992.
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